Quién fue Janequeo, la poderosa e invencible guerrera mapuche (y por qué su imagen es símbolo de las protestas de Chile)

Quién fue Janequeo, la poderosa e invencible guerrera mapuche (y por qué su imagen es símbolo de las protestas de Chile)

La indomable guerrera mapuche recobra vigencia con un exitoso cómic que narra sus hazañas. Y ahora las mujeres chilenas usan poleras con su imagen en las protestas sociales.

Podríamos haberla visto con el cráneo todavía tibio de un capitán español ensartado en su lanza, y ella cantando victoria y alentando a su ejército a seguir peleando con furia en la Guerra de Arauco, un combate de dos siglos en el que el pueblo mapuche se resistió a la conquista en el sur de Chile.

Ella, Janequeo, aparece en escena en 1587 y se hace guerrera para vengar la muerte de su esposo, el lonco Huepotaén, que había sido asesinado por el gobernador Alonso de Sotomayor, cuya misión era doblegar a los insumisos del Nuevo Mundo y de paso evangelizarlos en su fe.

Nada nuevo salvo ella, Janequeo, que se cuela en esta guerra de hombres y de paso en la historia y también en el panteón de héroes nacionales de Chile.

Es la heroína mapuche.

Si hace cinco siglos, Janequeo galopó las cordilleras sureñas con su lanza en una guerra de guerrillas y llegó a comandar a 4.000 hombres en sus tropas, hoy sale a marchar con las mujeres, que la llevan en su pecho estampada en versión comic.

El estallido social chileno de los últimos meses ha levantado también la bandera mapuche, que revive como parte del rescate de las mujeres, de sus voces ausentes en la historia.

 

Y algunas niñas, de un tiempo a esta parte, piden el disfraz de Janequeo en lugar del de la Mujer Maravilla.

«Varonil matrona»

Es la pluma española, masculina y cristiana la que narra la guerra de Arauco. No hay registro mapuche.

Y a Janequeo la relatan dos cronistas clave, los jesuitas Alonso de Ovalle y Diego de Rosales, entre los que hay una breve polémica por su nombre; Ovalle la llama Yanequeo y la presenta como «digna de contarse entre las bravas y varoniles matronas«.

El segundo lo corrige y asegura que su nombre es Anuqueupu, -en mapudungun, piedra negra asentada- y escribe que ella nunca mostró sentimiento «de mujer blanda, sino de hombre duro como pedernal».

El tiempo y la chilenidad la convirtieron en Janequeo.

Salvada esta diferencia, ambos historiadores ponen las mismas palabras en su boca cuando ella invita a su hermano Guechuntareo a levantar las armas y vengar a su esposo asesinado: «Yo seré la primera en los peligros y la última que de ellos me retire, iré siempre delante para que las balas den en mi pecho antes que lleguen al tuyo…»

 

Así comienza la misión de Janequeo, en un tiempo en que la guerra vivía entre la tregua y la batalla.

Para formar su ejército utiliza diversas técnicas de persuasión y reclutamiento que dejan entrever el espíritu de la guerrera.

Buena conocedora de la naturaleza humana, estaba dispuesta a usar tanto la labia como las delicias culinarias, y así también las amenazas e incluso el castigo para fichar combatientes: se llevaba «maniatados por delante a todos los indios amigos de los españoles que no querían seguirla como capitana, pegándole fuego a sus casas…», cuenta Rosales.

Imparable, recorrió la sierra entre Osorno y Villarrica invitando a los suyos, «enviándoles una flecha ensangrentada y teniendo, para un día señalado, grandes convites de chicha y ovejas para los soldados¨

Durante una reunión, Janequeo «mató una oveja negra en señal de tristeza delante de todos, y sacándole el corazón hizo las ceremonias que hacen los indios, atravesándolo con las flechas y untando con su sangre las lanzas; lo dividió en menudos pedazos y lo repartió entre los caciques y capitanes».

Después, «con una lanza en la mano y un pedazo de corazón en la otra, hizo un parlamento a todos los indios, con gran retórica de las palabras y fuerza de espíritu varonil, para moverlos a tomar venganza de los españoles».

No sabemos cuánto tardó en juntar a los primeros 1200 combatientes, lo que sí nos cuentan los cronistas es que una vez que el contingente estaba armado, todos deseaban comenzar. Y ella «ya se prometía ser la restauradora de la patria y echar a todos de sus tierras».

Janequeo marchó entonces al mando de «un grueso ejército, poniendo fuego y ánimo a los soldados, que estaban maravillados del valor y la eficacia en persuadir a todos a la guerra de esta insigne mujer, resueltos a morir o alcanzar la victoria».

Y en esa primera salida al campo de batalla capturaron a dos españoles, y como era natural en esta guerra sangrienta, «les quitaron las cabezas y se las presentaron a esta amazona en prendas de deseo por el ánimo que tenía de ver postradas a sus pies las cabezas de los demás españoles».

La guerrera

Nunca las mujeres fueron un asunto de atención en esa época, cuenta la historiadora María Gabriela Huidobro.

Aparecen en escasas ocasiones para dar algo de amor y emoción al relato bélico y político.

«En la guerra de Arauco hay dos modelos de mujer: la doncella en peligro que no entiende la guerra y la sufre, porque sabe que le va a arrebatar al marido, como Fresia, la mujer de Caupolicán, o Guacolda, la mujer de Lautaro. El otro es el de la mujer guerrera, que adopta atributos propios de los hombres. Por eso los cronistas describen a Janequeo como una mujer varonil, una amazona».

Ella pasa de un estereotipo al otro. Primero es la que sufre la muerte de su esposo, pero al revés de las doncellas dolientes, «asume las riendas de su propio destino y para eso se pasa al bando de los hombres y los empieza a comandar.»

La pregunta es si Janequeo fue una excepción.

«Desde la cosmovisión española es impensable que una mujer maneje armas, a menos que abandone su condición mujeril, como Juana de Arco, pero tal vez para la cultura mapuche de ese entonces no era extraño. Lo que pasa es que no tenemos fuentes directas que nos pudieran contar», dice la historiadora.

Algunas crónicas relatan que las mapuches iban al lado de sus hombres a pelear.

«El historiador francés del siglo XIX, Claudio Gay habla en sus crónicas de esta visión de la mujer mapuche virilizada desde el punto de vista occidental, una mujer que sabe más de lo que debiera saber», cuenta la escritora y académica mapuche Maribel Mora Curriao.

«Lo dice textualmente y leerlo es increíble. Van a las batallas, andan a caballo al lado del hombre. Hay una visión que oscila entre la mujer virilizada y la sensualizada, que es lo otro que se le critica a la mapuche, que es muy coqueta, que no se contiene, que se va a acostar con cualquier soldado, lo cual era muy mal visto desde la cultura europea.»

Quizás Janequeo ya era soldado, quizás iba con su hombre a la línea de fuego, pero esto no es posible saberlo, porque ella aparece en los libros en un momento determinado y nada conocemos de su vida anterior.

Por eso hay quienes se preguntan si la guerrera existió.

La duda surge a partir de la mirada del historiador del XIX Diego Barros Arana, que hace notar que Janqueo no aparece en las crónicas de sus coetáneos que pudieron haber sido testigos de su hazaña, sino que es mencionada en las de Ovalle y Rosales, que vivieron en el siglo posterior.

Y Barros Arana sugiere que ellos la tomaron de otro texto, un poema épico perdido adjudicado al conquistador y poeta Fernando Álvarez de Toledo, asunto que a estas alturas sería imposible de comprobar.

«Hay que imaginar mucho con ella, porque hay poca documentación», dice la poeta mapuche Roxana Miranda Rupailaf.

«En nuestro imaginario siempre existió y siempre existe Janequeo, está instalada en el relato oral y eso es bonito porque todos vamos construyendo su historia».

«Me gusta llamarla lideresa o weichafe. Ella lidera ejércitos de hombres y eso demuestra que mucho de lo patriarcal llega con la invasión, por eso hoy se mira a Janequeo como una figura importante y se ha vuelto a levantar en esta lucha feminista con nuestras propias identidades.»

Sin morfología

Sebatian Calfuqueo, artista visual que trabaja con iconos del proceso de conquista y de colonización, se encontró con Janequeo hace unos diez años.

Poco le importa si existió o no: su foco está en «cómo ha sido socializada y por qué fue invisibilizada». Para describirla escoge la palabra fiera.

Ella «pone en cuestionamiento la masculinidad, la fuerza de lo aguerrido, todos conceptos asociados a la guerra y a la resistencia; rompe con todo eso».

«A diferencia de los hombres, Janequeo carece de morfología. Sabemos que Caupolicán era grande, era tuerto, mientras que ella es como la desquiciada. La idea del amor que tiene su relato es compleja. Se venga porque matan a su hombre y aunque me parece verosímil, también es reduccionista hacia su figura como líder, porque probablemente no fue solo por eso, fue por un despojo de territorio. Ella tiene la potencia de reescribir la historia desde los lugares que han sido despojados de la historia oficial.»

Como no existe descripción física de Janequeo, cada uno puede imaginarla como quiera.

Dos de sus imágenes recientes fueron creadas por el dibujante Lukas Bravo Nicolás, que la incluyó en su fanzine Grandes Mujeres de la Historia de Chile.

«Cuando la armé lo primero que se me vino a la cabeza fue que buscaba venganza, pero a medida que la fui estudiando, entendí que iba más allá, quería un trato digno para su gente. Primero la hice sobre un caballo en posición de liderazgo y su construcción es una mezcla de varias fotos de mujeres mapuche, para que de alguna manera las representara a todas. Quería una líder puramente nativa, sin joyería, sin la influencia de Occidente».

«En la segunda, dedicada a un público joven, intenté ablandar el personaje, cambié la estética, saqué el caballo, pero mantuve la lanza y agregué el detalle de la piedra verde que generalmente usaban los toquis como señal de fuerza y mando».

También le dieron cuerpo y alma como superheroína el guionista Sebastián Castro y el dibujante Guido Salinas, creadores de los Guardianes del Sur, una saga de superhéroes mapuche que luchan en el Mapuverso.

Habían hecho a los weichafe Galvarino, Caupolican y pensaban hacer a Pelantaro, pero a tiempo leyeron las señales: las mujeres estaban en ebullición, no solo en Chile, sino en todas partes.

Fanáticos de los superhéroes clásicos, Castro y Salinas se inspiraron entonces en la trinidad de Superman, Batman y la Mujer Maravilla. Así es que Janequeo terminó derrotando a Pelantaro para llegar victoriosa a cerrar el triángulo mágico.

«Janequeo se junta mucho con el tema que estamos viviendo ahora como sociedad, en esta lucha en que estamos los hombres contra nosotros mismos, contra el machismo que tenemos incrustado», dice Guido Salinas. «Y tenemos que aprender a convivir en este nuevo despertar de la mujer».

«Cuando la dibujé me costó aprender a hacer sus expresiones», recuerda.

«Su capa es la bandera mapuche, lleva un cuchillo, una lanza y detrás el kultrún. Me preguntaban por qué la hice tan vigorosa si la mujer mapuche no tiene atributos atléticos. Y como muestra una pierna, para algunos resultaba sexista, pero yo les decía: ‘Tiene que moverse porque va pelear'».

«Al final la gente quedó enganchadísima porque cacharon (entendieron) que estamos poniendo de nuestra parte para este cambio cultural y espiritual.»

Más de 3.000 personas llegaron al lanzamiento de su historieta, en la que Janequeo se enfrenta a Inés Suarez, la implacable conquistadora española, compañera de Pedro de Valdivia.

La publicación ha roto todas las expectativas, y está nominada a los premios más importantes del cómic chileno: mejor dibujante, mejor guionista, mejor portada y cómic del año.

Castro y Salinas cuentan que los invitan a dar charlas en los colegios y los profesores después les hacen pruebas a sus alumnos sobre el cómic. En las Comic-Con llegan niñas vestidas de Janequeo y las camisetas con la guerrera aparecen cada vez más en las marchas callejeras del país, que en menos de un mes votará si quiere un cambio constitucional.

«Es mi favorita entre Los Guardianes», dice Sebastian Castro.

«Es la estratega, la que descubre las debilidades del enemigo, que lidera y organiza a las tropas. Incluso la igualamos a la figura de Lautaro, que es el gran referente, y esperamos que de aquí a unos años Lautaro y Janequeo estén al mismo nivel de trascendencia y simbolismo. Ella no tiene ningún atributo femenino de belleza o de madre, ella misma se define en el cómic: soy de naturaleza salvaje, fuerte, rápida e indestructible.»

El final de la guerrera

Rosales relata así una de sus últimas batallas, en la que se da muerte a un capitán español.

«Le derribaron en tierra y allí le hicieron pedazos».

«Tenemos en el suelo a la cabeza de nuestros contrarios», dijo, «cortarla y luego dármela que quiero levantarla para el trofeo de mis glorias».

«La clavó en la punta de su lanza y acercándose a sus soldados comenzó con ellos a levantar la voz», lo cual animaba a pelear con mayor valor y confianza a los demás, que atacaban «como unos leones desatados a los españoles.»

El espíritu de Janequeo sigue vivo en la comunidad Mapuche.

Un ejemplo de ello fueron las hermanas Berta y Nicolasa Quintremán, que defendieron el alto Bio Bio para impedir la construcción de una central hidroeléctrica.

«Uno las veía como ñañas (abuelas)», cuenta Roxana Miranda Rupailaf, «y no se las imaginaba siendo tan guerreras, defendiendo tantos años esta causa. Y salen de su territorio, esa es una gran hazaña».

«La figura de Janequeo para la chilenidad es importante, para las niñas, sobre todo», asegura Maribel Mora Curriao, porque «la mujer mapuche sigue siendo exotizada, folclorizada y minimizada».

Por eso, «el rol de heroína de alguna manera va sanando dos heridas al mismo tiempo: la del patriarcado y la del racismo. El impacto de eso lo veremos en el futuro», dice Curriao.

Hacia el final de esta historia, como era habitual, los cronistas relatan que los conquistadores recibieron los refuerzos bélicos necesarios para acabar con tan dañinos hermanos, Janequeo y Guechuntareo, quienes después de un reñido combate lograron huir.

Sin embargo, este último fue capturado por el enemigo y «humillándose ante el capitán» pidió que le perdonaran la vida a cambio de firmar la paz.

De su hermana, la valerosa amazona Janequeo, nada se supo con certeza.

«Desaparece como si se la hubiera tragado la tierra», comenta la historiadora María Gabriela Huidobro.

«Teníamos dos opciones: que muriera, por lo tanto no era tan fuerte ni aguerrida como nos decían; o que se rindiera, como su hermano, en la actitud del cobarde. Ninguna de la dos nos había convencido para el retrato de la heroína. Al no morir, como que se sacraliza y se vuelve inmortal.»

«Creo que volvió y se casó con otro hombre, tuvo hijos y siguió viviendo como quiso. Esa posibilidad de ser es lo que todas las mujeres buscamos. La guerra en un momento fue lo que le importaba, pero en otro ya no le importaba. Me parece increíble que termine así la historia, que no se sepa, que siga siendo libre», concluye Curriao.

La poeta Roxana Miranda Rupailaf la despide así: «Janequeo cortó cabezas, igual que Inés Suarez, era tradición en esa guerra; y dentro de los mapuche también se comía el corazón del enemigo, para adquirir su fortaleza, porque igual se le admiraba. Se dice que Leftraru, (Lautaro) se comió el corazón de Valdivia. Yo me imagino que Janequeo también se comió algunos corazones».

lavozdelbarrio

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